“La raíz”, Punta del Este, 1968.
Pablo Neruda
Aunque Joaquín Gutiérrez es un costarrico general, que desde joven se naturalizó en el continente, otorgándose la más espaciosa ciudadanía, hay que buscar en este mágico relato el sabor central de la América delgadísima que esencialmente representa. Hay una iniciativa en sus palabras, una urgencia sin prisa, un hilo subterráneo que viene de allí, y no de otra parte. Lo reconocemos los reconocedores, emparentando su sortilegio al cafetal y sus aromas, a las antiguas alhajas sutiles que se desentierran, a los juegos celestes de Salarrué. A esa red de la herencia Joaquín Gutiérrez agrega una hoja de aire que se sostiene en la transparencia, como un milagro en la memoria, y una vida más de nuestras vidas, la de un pobre ser desvencijado y errante.
En mis lecturas desordenadas y acríticas he leído pocos relatos como éste, con tanta capacidad de amarrarnos en el hilo del sueño y de la desventura.